Cada segundo que transcurre ya no se repite. Sé celoso de tu tiempo.
Dedica todas las mañanas parte de ese tiempo a reflexionar a qué le quieres dedicar el resto de los minutos del día y dale valor a cada cosa que hagas. Disfruta cada uno de los minutos. Dedícale otro rato al final del día a recordar en qué has invertido tu tiempo y trabaja día a día en que cada vez te sientas más satisfecho con ello.
Parece fácil pero hay que entrenarlo. Empieza ahora.