Vulnerabilidad, montaña

Vulnerabilidad

Vulnerable es aquel “susceptible de ser lastimado o herido ya sea física o moralmente”. Resumiendo: siete mil millones.

Siete mil millones de personas en este mundo y todos de alguna manera, en ocasión actual, futura o pretérita lo somos. Pero no nos gusta. Es desagradable sentir que algo o alguien nos puede hacer pasar por una experiencia a priori perjudicial. Nos saca de nuestra zona de confort.

Sin embargo, es una vaga ilusión. Si todos somos vulnerables, no abrazarlo como una realidad patente sólo nos genera estrés. Es como no asumir que necesitamos aire para respirar o agua y comida para nutrirnos.

Con un buen trabajo de autoaceptación es posible enfrentar las disyuntivas del día a día con mejor humor, centrándonos en las soluciones y no en los problemas y tomando decisiones maduras, conscientes que nos hagan construir el futuro que queremos para nuestra vida.

Sin embargo, viene el segundo tirabuzón, muy cerca del primero y es la sintonía con el grupo. En un mundo donde cada vez hay más apariencia, por el simple hecho de que podemos conectar con muchas más personas y por inferencia estadística, más “aparentar”, en directo o en diferido; en redes sociales o en la comunidad de vecinos. ¿Qué más da?

Cualquiera prefiere mostrar “qué bien nos va”: con la pareja, los niños, la familia, el coche, el trabajo, los amigos, el deporte… Una vida de escaparate. Envidiable.

Y cuando algo va mal, cuando algo realmente hace clic ¿cuánto de todo eso nos revierte en ayuda? ¿Somos capaces de asumir nuestra vulnerabilidad como parte de nuestra vida y que el de al lado “lo sepa”? Y si lo sabe… ¿me hará más daño?

Somos sociales de un nivel histriónico. Que todos sepan lo que yo quiero que sepan y que nadie sepa que algo puede ir mal. Aunque cualquiera es conocedor de que hay momentos buenos, malos y regulares y gracias a los peores, los mejores brillan más. Gracias a momentos difíciles en nuestra vida hemos tenido grandes aprendizajes, quizás los mejores. Cosas que creías que no podías afrontar las has superado con creces. Te has fortalecido. Incluso le puedes dar un consejo al de al lado. Pero no queremos salir de la zona de confort.

En el mundo de los negocios esto es más acusado si cabe. Nadie en su sano juicio haría un contrato a largo plazo con riesgo financiero patente con una empresa en concurso de acreedores y pocas posibilidades de salir de ahí. Cuando queremos invertir, lo hacemos en empresas solventes con grandes beneficios y si puede ser que lleven más de 25 años repartiendo e incrementando el dividendo año a año. Y creemos firmemente que eso nos posiciona en una situación algo más segura.

Formamos empresarios y directivos que hacen que las cosas “vayan bien”, pero a la vez tienen que aceptar que algo puede “no ir bien” y nunca taparlo, esconderlo o restarle importancia. No, nada de eso hará que un problema mejore.

El enfoque es justo el contrario: desarrollar las habilidades y herramientas para estar preparados ante las situaciones complejas que de seguro aparecerán en el seno empresarial. Abrazar la vulnerabilidad del individuo y de las organizaciones como parte de la realidad inmutable de aquello que está expuesto y con ello tomar las decisiones oportunas desde un planteamiento humano y solidario. Buscar la conexión con las personas como paradigma del nuestro contacto social que engloba al mundo empresarial.

Como escuché decir a un gran empresario: “El lugar más seguro para un barco es el puerto, pero es justo donde no puede cumplir su función”.

 

Víctor Gracia.